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Biografía Edgar Allan Poe

Edgar Allan Poe
1809 | 1849 – Estados Unidos

Edgar Allan Poe es la personalidad más compleja y torturada de toda la galería de escritores norteamericanos. Nadie como él aúna cualidades psicológicas tan desavenidas ni ofrece al mundo una apariencia tan diversa. Su atormentado genio y la diversidad de su obra se resisten a la interpretación simple y a la generalización amplia. Por eso, es imposible y sería erróneo clasificar a Poe. El margen de duda y de controversia al analizar su temperamento, estados de ánimo e ideas, es demasiado grande para no obligarnos a ser conscientes de la existencia de variados elementos en su vida y en su literatura.

Es una realidad que títulos como El cuervo, Los crímenes de la calle Morgue, El pozo y el péndulo, El corazón delator y el Gato negro, han monopolizado la atención general y, por tanto, es natural que el núcleo de la obra de Poe se vislumbre como un infierno de pesadillas, con visos de enfermedad, de locura, de muerte, de espantosos asesinatos y de chillidos nocturnos. Es natural, también, que se ponga en duda su salud mental, que parezca un talentoso psicópata que describe con cierto arte sus propias fobias y anomalías; que se lo vea apareciendo y desapareciendo bajo las máscaras de sus protagonistas melancólicos, neurasténicos y locos.

Esta concepción de la personalidad de Poe, y de su obra por extensión, no es sólo la más generalizada y popular, sino que ha llegado a ser compartida por muchos críticos literarios. El hecho de que hoy en día se insista en las cualidades normales del autor es un error en el buen sentido, pues contribuye a aproximarse a un punto de equilibrio, siempre más cercano a la verdad que cualquiera de los extremos. Poe era un soñador en el sentido más amplio de la palabra, pero también era un racionalista, un intuitivo científico, un exacerbado crítico social y literario, un mordaz humorista. Poe pertenecía a esa clase de personas que sienten la necesidad de escapar de vez en cuando de la vulgaridad alienada de la vida cotidiana para no volverse, precisamente, locas de remate, y como muchos otros artistas se refugió en su lúcida e hipersensible imaginación, buscando algo mejor.

Su lugar de nacimiento

Decir que su vida parece una más de sus historias no es una metáfora precisamente.
Edgar Poe nació en Boston en el año 1809. Hijo de unos cómicos de la legua, tuberculosos y alcoholizados, tiene la primera visión del mundo sobre los destartalados y mugrientos carromatos de las compañías de teatros nómadas y sobre las carcomidas barcazas que recorren los ríos del sur, lo que hace que, desde que abre los ojos, realidad e ilusión, vida y viaje se vislumbren para él como en los confines de un sueño. Su padre, David Poe, minado por la tuberculosis y el alcohol, muere después de nacer Poe, dejando a su madre, Elizabeth, tísica también, con la carga de tres hijos pequeños y en una insostenible situación económica, que la obligará a iniciar un peregrinaje hacia el sur con una compañía de teatro. Es una lenta agonía que terminará el 18 de diciembre de 1811 en la ciudad de Richmond (Virginia). Para Poe niño empieza la terrible, la estremecedora familiaridad con una compañera que le seguirá durante toda su vida: la muerte. Su madre inicia así una galería de mujeres lánguidas y moribunda que encontrará y amará a lo largo de su vida y que influirán de alguna manera en creación de sus jóvenes heroínas: bellas, delicadas e irremediablemente condenadas. El 26 de diciembre las llamas envuelven y consumen el viejo teatro de Richmond, dejando a tres niños abandonados y sin techo. Poe es adoptado entonces por un rico comerciante y plantador virginiano, Jhon Allan, que aparte del segundo nombre, le proporcionará seguridad y una educación estimable. Su madre adoptiva, Frances Allan, volcará sobre él un afecto agobiante y excluyente, plegándose a todos sus caprichos y manías, colaborando así a formar parte de su personalidad: «Mis palabras eran ley en la casa, y a la edad en que pocos niños se han librado de las sayas de su mamá, yo, dueño de mis actos, podía entregarme a los impulsos de mi voluntad».

Se muda a otro lugar

Por asuntos comerciales de su padre adoptivo, Poe viaja con su nueva familia a Inglaterra en 1815. La estancia en el Viejo Mundo durará cinco años y dejará profunda huella en la hipersensible y excitable imaginación de Poe. Allí aprenderá francés, latín, historia y literatura en la escuela de Stoke Newington; pero lo verdaderamente importante será la impresión que los misteriosos barrios antiguos, las fantasmagóricas casonas, los húmedos sótanos tapizados de salitre, los sombríos corredores de las mansiones señoriales, dejarán en su ánimo. «Mis recuerdos más tempranos de la vida escolar están vinculados a un inmensa y vaga casona isabelina, en un brumoso villorrio de Inglaterra, donde había una cantidad enorme de árboles gigantescos y retorcidos, y donde todas las casas eran demasiado antiguas». Hay que tener en cuenta estas experiencias de niño miedoso y sensible para intentar comprender en parte su gusto por lo macabro, por lo misterioso, por los hechos sobrenaturales, y su posterior afición a la lectura de literatura gótica, llena de folklore antiguo, leyendas macabras, historias medievales, tumbas y abadías abandonadas.

A su regreso ingresó a la English Classical School, en donde conoció a su primer amor, Jane Stanard, madre de una condiscípula, que moriría meses más tarde loca y tuberculosa. Es la primera de una larga lista de infortunadas relaciones con el sexo femenino, que constituirá un sino en su vida. A partir de este revés amoroso, comenzará a tener una serie de sueños, de platónicas exaltaciones eróticas, que se sucederán caóticamente y que significarán un material importante para algunos de sus cuentos y narraciones.
Poe creía casi con obstinación en el valor especial de estos sueños. La convicción de que sólo a través de los sueños se podía alcanzar un conocimiento peculiar y distinto de la realidad llegó a ser fundamentalmente para él, siendo uno de los aspectos del romanticismo europeo que aceptará con más entusiasmo. El origen de esta convicción, que el racionalizará debido a su gusto por la lógica y la exactitud científicas, hay que buscarlo en esa primera infancia vivida constantemente al límite de lo irreal, entre tísicos y alcohólicos, entre pesadillas y horrores nocturnos.

En febrero de 1826 fue matriculado por su padre adoptivo en la facultad de Lenguas Clásicas Modernas de la Universidad de Virginia, en Charlotteville. Allí, al igual que en los mejores colegios y universidades inglesas, los principales entretenimientos de los estudiantes eran los juegos de azar, las mujeres, los duelos y las drogas: alcohol, opio, láudano. Poe se entregará a aquel modo de vida con toda su alma. Las drogas, en especial el alcohol, pondrán a prueba su debilidad natural y sacarán a la luz una enfermedad hereditaria (su abuelo, el general Poe, y su padre, eran ambos alcohólicos) agravada por la desnutrición y por los malos tratos sufridos durante los primeros años. Poe, en una carta escrita a Sarah Whitman un año antes de su muerte, se defiende de la acusación de borracho y drogadicto y confiesa: «No encuentro precisamente ningún placer en los estimulantes a los que me entrego con frecuencia tan vehememente. No es en verdad por amor al placer por lo que he expuesto a la ruina mi vida, mi reputación y mi razón». Y reconoce que bebía para evadirse, para huir de «recuerdos que lo torturaban… de la insoportable soledad… del temor a alguna desgracia inminente». Sin embargo, aunque esto es verdad, y el hecho de que no fuera un borracho crónico lo confirma, también es un hecho que Poe se sentía irremediablemente atraído por la bebida, no sólo cuando sufría uns trastorno emotivo, sino también en momentos de franco optimismo. Todas las tentativas que hará para huir de las garras de su «demonio del alcohol» estarán destinado al fracaso.
Su padre, harto de sus desvaríos y cada más remiso a pagárselos, decide sacarlo de la Universidad y ponerle a trabajar en su negocio. Pero esa vida sedentaria y aburrida no está hecha para Poe. El instinto del «Gran Vagabundo» que lleva en la sangre y que ha mamado desde pequeño, se rebeló pronto, y el 24 de marzo de 1827 rompe el cordón umbilical que le une a los Allan y se instala en un mísero cuarto de la Richardson’s Tavern.

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