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El beso

Enrique Anderson Imbert

La reina de un remoto país del norte, despechada porque Alejandro el Magno había rechazado su amor, decidió vengarse. Con uno de sus esclavos tuvo una hija y la alimentó con veneno. La niña creció, hermosa y letal. Sus labios reservaban la muerte al que los besara. La reina se la envió a Alejandro, como esposa; y Alejandro, al verla, enloqueció de deseos y quiso besarla inmediatamente. Pero Aristóteles, su maestro de filosofía, sospechó que la muchacha era un deletéreo alimento y, para estar seguro, hizo que un malhechor, condenado a muerte, la besara. Apenas la besó, el malhechor murió retorciéndose de dolor.

 

Alejandro no quiso poner sus labios en la muchacha, no porque estuviera llena de veneno, sino porque otro hombre había bebido en esa copa. 

 

 

 

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