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El diluvio

Enrique Anderson Imbert

Zeus, para mejorar la raza humana, ordenó a Eolo y Posidón que anegaran la tierra.

 

Diluvió. Mares y ríos se juntaron. Inmensas ciudades inmersas.

 

Los hombres se defendieron construyendo balsas y embarcaciones. Vislumbraban, en el fondo del agua, el techo de sus casas y confiaban en que alguna vez podrían retornar. Entre tanto, remaban sobre sus huertos y se zambullían para coger manzanas; pescaban peces que andaban como pájaros por entre las ramas más altas de los nogales.

 

Entonces, antes de que Zeus volviera a poner las cosas como estaban, las sirenas acudieron presurosas de todas partes y aprovecharon esa ocasión única para recorrer, con ojos asombrados, las calles sumergidas por donde habían caminado los fabulosos hombres.  

 

 

 

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