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El lobo y el perro

Fábulas: Jean de La Fontaine

Era un Lobo, y estaba tan flaco, que no tenía más que piel y huesos: tan vigilantes andaban los perros del ganado. Encontró a un Mastín, rollizo y lustroso, que se había extraviado. Acometerlo y destrozarlo, es cosa que hubiese hecho de buen grado el señor Lobo; pero había que emprender singular batalla, y el enemigo tenía trazas de defenderse bien. El Lobo se le acerca con la mayor cortesía, entabla conversación con él, y le felicita por sus buenas carnes. “No estáis tan lucido como yo, porque no queréis, contesta el Perro: dejad el bosque; los vuestros, que en él se guarecen, son unos desdichados, muertos siempre de hambre. ¡Ni un bocado seguro! ¡Todo a la ventura! ¡Siempre al atisbo de lo que caiga! Seguidme, y tendréis mejor vida”. Preguntó el Lobo: “¿Y qué tendré que hacer? –Casi nada, repuso el Perro: acometer a los pordioseros y a los que llevan bastón o garrote; acariciar a los de casa, y complacer al amo. Con tan poco como es esto, tendréis por gajes buena pitanza, las sobras de todas las comidas, huesos de pollos y pichones; y algunas caricias, por añadidura.”
El Lobo, que tal oye, se forja un porvenir de gloria, que le hace llorar de gozo. Camino haciendo, advirtió que el perro tenía en el cuello una peladura. “¿Qué es eso? preguntó. –Nada. –¡Cómo nada! –Poca cosa. -Algo será. –Será la señal del collar a que estoy atado.- ¡Atado! exclamó el Lobo: pues ¿que? ¿No vais y venís a donde queréis? –No siempre, pero eso, ¿qué importa? –Importa tanto, que renuncio a vuestra pitanza, y renunciaría a ese precio el mayor tesoro.”

Dijo, y echó a correr. Aún está corriendo.

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