Saltar al contenido

Pan

En la mitología griega era el dios de los pastores y rebaños. La constitución de Pan no es ni humana ni animal, sino que es medio divina, medio animal. Allí donde el dios aparece bajo la forma de un macho cabrío y camina a cuatro patas, ha tenido lugar una transformación. En la figura que le es propia se mantiene de pie y camina erguido. De cintura hacia abajo tiene figura de macho cabrío; también su abundante cabellera y los costados de su frente, de los que salen unos cuernos, tienen algo zoomorfo que nunca alcanza a perderse del todo. No hay en él nada formado por agregación, ninguna costura que indique una separación; el cuerpo del danzante y corredor Pan se muestra de una sola pieza.

La constitución de Pan recuerda a la de los centauros, que aun siendo cuadrúpedos revelan el mismo origen, y no por casualidad, pues la vida de los centauros se desenvuelve en la naturaleza pánica, son los guardianes y custodios de todo principio de vida heroica.

La tradición cuenta que era hijo de Hermes y el nombre de su madre varía. Según, mientras que Hermes pastoreaba los rebaños de Dríope, tuvo una relación amorosa con una de las hijas de este, de la que nació el dios Pan. Según esta versión, cuando nació, presentaba sus miembros inferiores en forma de macho cabrío y el resto del cuerpo con apariencia de hombre. En la cabeza tenía dos cuernos y su cara era arrugada, con una barbilla prominente, con todo el cuerpo cubierto por una espesa capa de pelo. Se dice que, apenas nacido, escapó a las montañas, donde Hermes tuvo que buscarlo para llevarlo al Olimpo envuelto en una piel de liebre. Una vez allí, lo llamaron Pan, puesto que era la diversión de todos.
La vida semisalvaje del pastor empieza donde termina la agricultura y se inicia la zona de pastoreo. Pan no impera en los pastizales, sino en el territorio limítrofe de su reino con los parajes cultivados. Su reino es la naturaleza salvaje. Pan está allí donde la montaña, el bosque montañoso, los ríos, los cañaverales, los frutales están intactos; es el dios de la naturaleza virgen.
La naturaleza virgen es el reino del Gran Pan y él constituye su más profunda vida divina. De ella emerge como el Pan de reluciente cabellera, el rudo bicornio, sonriente, montañero y amante de la danza. Desnudo o cubierto con una piel de lince, coronado con la rama verde oscuro del abeto consagrado a él, con semblante rojo y brillante sale del bosque, de la floresta, de los juncos de la orilla. Danzando y tocando la siringa tallada de caña, hace acto de presencia en los páramos. Con el rocío escurriéndole por el rostro se levanta por la mañana para iniciar sus incursiones de caza. La impetuosidad y la serenidad divinas definen su naturaleza. Es nervudo, incansable, el fuego fluye por sus venas. Su día consiste en deambular y reposar ocioso, en el juego y la danza, y en una dulce siesta al mediodía. Su sueño posee una profundidad y una salubridad particulares, y Pan muestra su ira al intruso que lo interrumpe.
Lo que hace reconocible o que hace un mito de Pan no son sus atributos como dios de los rebaños y el pastoreo, en tanto que lo fálico es inseparable del dios y de su aspecto, Pan es un dios fálico, por tanto, Pan es sexo en su máxima expresión. Por tal era el dios de la sexualidad y fertilidad masculina, dotado de una gran potencia y apetito sexual, se dedicaba a perseguir por los bosques, en busca de sus favores, a ninfas y muchachas. Ya el lugar en el que hace su aparición define al dios, a quien se reconoce de inmediato por su figura.
Pan posee una figura que, de abajo arriba, desde la pezuña hendida hasta la cadera y el asiento del sexo, muestra la forma de un macho cabrío. Su rostro fálico está definido por el pro- fundo ángulo entre nariz y frente, una incisión que reaparece en el rostro fantasmal y fáunico de Sócrates, por sus orejas puntiagudas, como de animal al acecho, y por los cuernos que irrumpen de la frente escasa. La risa de Pan no brota porque haya percibido una contradicción o reconocido un conflicto que él mismo provoca; es una risa fálica, la risa del sexo, extraída de la mente torturada por el sexo.
En cuanto a sus relaciones, se dice que tuvo amores correspondidos con la ninfa Pitis, que también era pretendida por Bóreas. Este último, arrastrado por los celos, arrojó a Pitis desde lo alto de una roca. Sintiendo pena, la diosa Gea la transformó en pino, siendo Pan, desde entonces, coronado con las hojas del pino. También existe la creencia de que el pino gime cuando sopla Bóreas.
Asimismo, Pan estaba intensamente enamorado de la ninfa Siringa, quien no le correspondía. Se dice que una vez, mientras huía de Pan, se lanzó al río Ladón. Quedó acorralada y pidió ayuda a sus hermanas las ninfas quienes, conmovidas, la convirtieron en un cañaveral. Se cuenta que, cuando Pan llegó, sólo pudo abrazar las cañas que se mecían por el viento y el rumor que producían le causó tal agrado que decidió construir un nuevo instrumento musical con ellas. Así, creó la flauta siringa, en recuerdo de la ninfa de igual nombre.
Del mismo modo, sedujo a Selene regalándole un vellón de gran blancura. Desde entonces, ambos fueron venerados en una caverna del monte Liceo.
En cuanto a su otra naturaleza, la naturaleza de su ser como tal, lo que alimenta su vida sexual, es de decir, su calma, su tranquilidad, es de otro tipo, a diferencia de otros personajes, ya sean dioses y semidioses o héroes, que son aguerridos, tienen algo que los impulsa a luchar, o trabajan el algo, buscan con su propio esfuerzo el sustento del día a día, puesto que para poder participar de la naturaleza conlleva a realizar esfuerzos, para Pan es lo contrario, puesto que en ella el hombre no necesita planificar y esforzarse, atreverse y crear obras artificiales. La simpatía de Pan no se refiere al trabajo; en este sentido, no es un dios activo y no existe un trabajador Pan, como no existe un herrero Hefesto. La sobreabundancia le sobreviene al hombre sin previsión ni esfuerzo, del mismo modo que la naturaleza inculta ofrece sus tesoros sin pedir recompensas. Se disfruta de ella como del bosque que nadie cuida ni conserva, como del río que no está ahí gracias a nosotros, como de la tie- rra, el agua, la luz, el aire y el sexo. Pan no necesita trabajar, ni siquiera necesita el trabajo de los hombres porque todo lo que éstos provocan y producen carece de utilidad para él. No es un dios de las construcciones y los talleres, de los puentes y las carreteras, tampoco de los proyectos de trabajo o de los cálculos. Está des- nudo, se acuesta a cielo abierto y el matrimonio, la propiedad, la adquisición no le interesan. Él. Danza, juega, caza y duerme. No está sujeto al tiempo ni lo crea. Su ociosidad es atemporal y está vacía de tiempo, como la mirada de sus ojos está libre de devenir.

Imágenes Relacionadas: