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Los cangrejos

Fábulas: Félix María de Samaniego

Los más autorizados, los más viejos
de todos los Cangrejos
una gran asamblea celebraron.
Entre los graves puntos que trataron,
a propuesta de un docto presidente,
como resolución la más urgente
tomaron la que sigue: —Pues que al mundo
estamos dando ejemplo sin segundo,
el más vil y grosero
en andar hacia atrás como el soguero;
siendo cierto también que los ancianos,
duros de pies y manos,
causándonos los años pesadumbre,
no podemos vencer nuestra costumbre.
Toda madre, desde este mismo instante,
ha de enseñar a andar hacia delante
a sus hijos; y dure la enseñanza
hasta quitar del mundo tal usanza.
—Garras a la obra, dicen las maestras,
que se creían diestras.
Y, sin dejar ninguno,
ordenan a sus hijos uno a uno
que muevan sus patitas blandamente
hacia adelante sucesivamente.
Pasito a paso, al modo que podían,
ellos obedecían;
pero al ver a sus madres que marchaban
al revés de lo que ellas enseñaban,
olvidando los nuevos documentos,
imitaban sus pasos, más contentos.
Repetían las madres sus lecciones,
mas no bastaban teóricas razones;
porque obraba en los jóvenes Cangrejos,
sólo un ejemplo más que mil consejos.
Cada maestra se aflige y desconsuela,
no pudiendo hacer práctica su escuela;
de modo que en efecto
abandonaron todas el proyecto.
Los magistrados saben el suceso,
y en su pleno congreso
la nueva ley al punto derogaron,
porque se aseguraron
de que en vano intentaban la reforma,
cuando ellos no sabían ser la norma.
Y es así: Que la fuerza de las leyes
suele ser el ejemplo de los reyes.

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