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Los ratones que comían hierro

Calila y Dimna

Dijo Calila:

—Dicen que en una tierra había un mercader pobre y se quiso marchar; y tenía cien quintales de hierro, y se los encomendó a un hombre que conocía. Y se fue a buscar lo que necesitaba y, cuando volvió, lo reclamó. Y aquel hombre lo había vendido y había gastado el dinero y le dijo:

— Lo tenía en un rincón de mi casa y se lo comieron los ratones.

Dijo el mercader:

— Ya oí decir muchas veces que no hay nada que más roa el hierro que ellos, y yo no me preocuparía, pues te libraste bien de ellos.

Y el otro se alegró de lo que oyó decir, y le dijo:

—Come y bebe hoy conmigo.

Y le prometió que volvería, y se marchó de allí y planeó cómo cogerle un niño pequeño que tenía; y lo llevó a su casa y lo escondió. Después volvió a él, y el otro le preguntó:

— ¿Viste a mi hijo?

Le dijo:

— Cuando estuve cerca de allí, vi un azor que arrebató a un niño, quizá era tu hijo.

Y el otro dio grandes voces y se lamentó, y dijo:

— ¿Viste nunca algo igual? ¿Un azor arrebatar a un niño?

Dijo el mercader:

— En la tierra donde los ratones comen cien quintales de hierro no es extraño que sus azores arrebaten a los niños.

Y entonces dijo el buen hombre:

— Yo comí tu hierro, y veneno comí y metí en mi vientre.

Dijo el mercader:

— Pues yo robé a tu hijo.

Y le dijo el hombre:

— Pues dame a mi hijo y yo te daré lo que dejaste en préstamo.

Y así fue hecho. 

 

 

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