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El toro de Creta

Heracles y el Toro de Creta, Francisco de Zurbarán

Se ha discutido durante mucho tiempo si el toro de Creta es el que en sus lomos transportó a Europa a través de las olas hacia esa gran isla, o tal vez el que Minos dejó de sacrificar a Poseidón y luego engendró con Pasifae al minotauro. De ese tamaño era el toro cretense que destrozaba la isla, sobre todo en la región irrigada por el rio Tettis, donde desalojaba las semillas recién sembradas y derribaba marcas divisorias, cercas y linderos. Como quiera, Euristeo decide que el siguiente trabajo de Heracles consistirá en capturar al toro de Creta, criatura de filiación desconocida. Imposible saber si ese toro es en efecto el mismo que Poseidón hizo salir del mar cuando el rey Minos de Creta prometió un sacrificio al dios, pero al cual vio tan hermoso que lo incluyó sin más en sus rebaños en vez de sacrificarlo. El dios del mar, entonces enojado, hizo que Pasifae se enamorara del hermoso toro y concibiera al minotauro, monstruo hibrido que después exigiría de Atenas doncellas y mancebos.

Así pues, Heracles se presentó a Minos, esposo de Pasifae, que le autorizó a capturar al toro. Minos le ofreció toda la ayuda que le fue posible obtener. Pero Heracles quería apoderarse del toro sin colaboración de nadie. El héroe lucha contra el animal, que arroja fuego por las narices en forma de flamas desplegadas. Sin embargo, no debe matarlo sino llevarlo vivo. Tras cuidadosos enfrentamientos puede dominar al monstruoso toro y llevarlo a través del mar Egeo hasta Micenas, su destino. Euristeo. enconando un poco más la disputa, lo dedica a Hera y luego lo deja en libertad. Pero Hera no quiere un don que procura más prestigio a Heracles que a ella.

Heracles lleva entonces el divino toro, primero, a Esparta y luego atraviesa Arcadia y el istmo de Corinto. De ahí, tiempo después, Teseo lo lleva a ofrecer en sacrificio a Atenea; lo mata con su espada en Maratón, cerca de Atenas. En los relatos míticos acerca de Teseo y el minotauro también figura un toro o alguien con disfraz de toro. El combate con esa criatura es uno de los trabajos rituales que se imponen a quien aspira a la dignidad del rey anual. Lo mismo en la fábula de Jasón y los toros de Eetes con dos chorros de fuego que salen por sus narices.

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